lunes, 4 de julio de 2011

Seres Queridos V- Las Flores

Antes de aprender que 'yo' era algo distinto de 'lo demás', yo formaba parte de las flores y las flores eran parte de mí.

-¿Por qué no te gusta que te regalen flores? ¿No te gustan?

-Al contrario. Me gustan tanto que odio verlas morir.

Los chicos importantes en mi vida saben lo mío con las flores. No me regales nada, no hace falta; pero sobre todo no me regales algo que sólo sirve para observar cómo se muere. 

Hablo en serio: ahorraos las flores en mi funeral, dice mi última voluntad. No las quiero. Quiero que sigan vivas y quiero servir de abono a las flores que se planten -y no que se corten- la noche en que yo muera.

Ellos lo saben.

Mi primer novio me regaló mi primer ramo de rosas -blancas- y la pena que me dio que se secaran. Hubo un segundo ramo de rosas todavía, pero no un tercero. En lugar de eso, encontró en una floristería una rosa blanca ya disecada, que parecía fresca y sin embargo estaba seca. Nunca se marchitaría. Nunca lo hizo, sigue igual. Pero si te paras a pensarlo, estaba seca ya, estaba seca de antes. Seca, no marchita. Será bonita siempre y estará así, incorruptible siempre, como el primer amor que me la regaló.

Mi segundo novio era pintor. advertido de mi opinión sobre las flores, nunca me regaló un ramo. El último cuadro que pintó en el tiempo que estuvimos juntos fueron dos rosas marchitas. Una de ellas era blanca.
El cuadro es hermoso. Pero me da pena mirarlo. Parece que les ha tocado estar marchitas para siempre.


Después de eso, Whiss encontró una manera. hace un año, estábamos sentados junto a un rosal enorme y precioso.

-Quiero regalarte una rosa. dime cuál te gusta más de todas.

-Mmm...a ver...ésa de ahí.

-Pues te la regalo. Esa rosa es tuya.

Y la miramos: blanca, enorme y fragante y toqué sus pétalos y luego nos fuimos y se quedó en su sitio, en su rosal. Y nunca se marchitó. Vive en mi cabeza y puedo regarla cuando quiera.

Intentar atrapar la belleza de la flor es matarla. Sólo el ser capaz de prescindir de ella te permite conservarla.

Dormido también lo sabe. Sabe que casi nada dura más que una amapola arrancada. Y mientras busca amapolas blancas entre el común de las rojas, va sembrando flores de plata que hace con el papel de los paquetes de tabaco. Nunca el envoltorio de algo tan dañino se habrá visto convertido en algo mejor y más bello. Sus flores de papel -siempre iris, nunca rosas- necesitan ser regadas con la tinta de sus versos, y nunca se marchitan.

Yo también encontré una manera. Era muy pequeña cuando descubrí que la cera que recubre los quesitos minibabybel es perfecta para hacer rosas. Quizá las únicas rosas rojas que me gustan.

Hago flores de cera

que hablan a gritos de mi tendencia a derretirme. Pero poca gente escucha a las flores.